oración

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si llegara a la dulce
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del corazón

lunes, 4 de marzo de 2013

Júlia Bel en el Laberinto


 
Júlia en rojo. Una tríptico de una de esas tardes de común encuentro en Riereta. Fotos Eva Hibernia.



Este viernes 8 de marzo, a las seis de la tarde, en la tertulia El Laberinto de Ariadna que se instala en la quinta planta del Ateneo Barcelonés, la poeta Júlia Bel comparte con el público una panorámica escogida sobre su obra. Nuestro común amigo, Alfonso Levy, la acompaña en la mesa y hace las presentaciones, y seguro que será una presentación muy especial no sólo porque el sello de Alfonso es siempre único, sino porque sé que hay muchas cosas en común en la mirada y la sensibilidad de estos dos artistas.

Conozco a Júlia desde hace muchos años, somos amigas y hemos sido vecinas, socias, aventureras en el común sueño de hacer de la belleza, la poesía y el teatro nuestro oficio. Nuestra larga trayectoria de diez años con la Compañía Delirio, dando forma a una variedad de proyectos multidisciplinares está plagada de anécdotas, ilusión y mucho esfuerzo.

Pero sobre todas las cosas el inicio de nuestra amistad fue la poesía, y una de las cosas que más me gusta son nuestras tertulias espontáneas sobre tal o cuál poeta, leyéndonos cosas en voz alta, reflexionando e inspirándonos mutuamente alrededor de unas aceitunas y un buen vino tinto. Históricos y épicos son nuestros encuentros en el gran terrado de Riereta, donde yo vivía en el ático 1ª y ella en el ático 2ª, y allí, de camino a tender la ropa tocaba su puerta y hacíamos un ratito de charla, o compartíamos algún escrito que estaba recién sacado del horno.

Mucha y buena tinta merecen esos días. En esos años de amistad y confidencias he ido viendo como crecía el volumen de su obra, como su voz se iba transformando, adquiriendo matices, estableciendo afinidades con la sencillez del cuerpo de la poesía popular, dejándose inspirar por lienzos, ríos, corrientes musicales, lenguas semíticas, paisajes.

Disfruto mucho de la poesía de Júlia, y disfruto al máximo cuando la lee en voz alta, porque lo hace muy bien. Ella empezó trabajando en radio y después, a través de su dedicación escénica, ha sabido dedicarle atención y educación al arte de la rapsodia. No es fácil que un poeta diga bien su poesía y en Júlia hay una fusión entre voz y poema de una sencillez conmovedora, una potente presencia y un respeto al ritmo interno del poema musical y elocuente.

Es un privilegio conocer a una gran poeta y ver por dentro su cocina literaria, haber compartido la intimidad de muchos momentos, asistido como primera oyente a algunos maravillosos nacimientos. Es un privilegio estar cerca de alguien con una calidad humana y artística tan especial. Auguro para ella, que viste el vestido de la modestia y seduce con su timidez, un lugar importante y reconocido en nuestras letras, en las castellanas y en las catalanas. Así que amantes de la belleza, de la poesía, lectores, editores, cervatillos que corréis por Rambla Catalunya, si leéis esto ya sabéis que podéis compartir ese privilegio, unas horas, bebiendo de la fuente inspirada de esta gran poeta. 


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